Un Toque Basta
¡Hola amig@! Por fin de vuelta,
tal vez no en las mejores circunstancias, pero si con la mejor noticia de
todas: ¡Jesús viene pronto! Yo no sé
tú, pero cada vez que checo los diferentes medios donde parece que el pánico ya
se apoderó del mundo, ¡yo veo que se acerca la venida de mi Amado! Filipenses 3:20 dice, “Porque nuestra ciudadanía está
en los cielos, de donde también ansiosamente
esperamos a un Salvador, el Señor Jesucristo,”. Mi realidad no está
limitada a esta Tierra, a una cuarentena, a una enfermedad, o por cuanto dinero
traigo en mi cartera. Ni siquiera mi cuerpo frágil y pasajero puede limitar lo
que siento y vivo en el espíritu. Lo que dicta mi realidad lo alcanzo a ver a
través de lo que Dios ya habló, y sé que su Palabra permanece. Tú y yo no
estamos flotando en medio de la nada, tenemos ya al Camino, a la Verdad, y a la
Vida en nosotros. ¡Cada vez se acerca más la hora de ser convocados a casa,
amén!
No sé si en este tiempo te ha
pasado, pero muchas veces vemos a Jesús como ese médico de la esquina que para
alcanzar a atender a todos sus pacientes les receta lo mismo. Sí, el médico
sabe el tratamiento específico para la enfermedad, pero no se toma el tiempo de
revisar el cuadro clínico completo, y prescribe una dosis general. Adquirimos esta noción de Jesús, creyendo que no conoce a fondo
nuestro problema, y nos da una dosis "general" de amor y paz, sin fijarse en los detalles
de nuestro dolor. Quiero llevarte a comparar dos pasajes, Marcos 1:40-45 y
Lucas 17:11-19. En ambos Jesús sana hombres infectados de lepra, una
enfermedad terminal en esos días. Sin embargo, el tratamiento de Jesús para
ambos casos es diferente de acuerdo a la necesidad no física, sino de los corazones. Te
presento ambos pasajes, léelos detenidamente.
“Vino a él un leproso, rogándole; e hincada la rodilla, le dijo: Si
quieres, puedes limpiarme. Y Jesús, teniendo misericordia de él, extendió la mano
y le tocó, y le dijo: Quiero, sé limpio. Y así que él hubo hablado, al instante
la lepra se fue de aquél, y quedó limpio. Entonces le encargó rigurosamente, y
le despidió luego, y le dijo: Mira, no digas a nadie nada, sino ve, muéstrate
al sacerdote, y ofrece por tu purificación lo que Moisés mandó, para testimonio
a ellos. Pero ido él, comenzó a publicarlo mucho y a divulgar el hecho, de
manera que ya Jesús no podía entrar abiertamente en la ciudad, sino que se
quedaba fuera en los lugares desiertos; y venían a él de todas partes.” Marcos
1:40-45
“Yendo Jesús a Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Y al entrar en
una aldea, le salieron al encuentro diez hombres leprosos, los cuales se
pararon de lejos y alzaron la voz, diciendo: ¡Jesús, Maestro, ten misericordia
de nosotros! Cuando él los vio, les dijo: Id, mostraos a los sacerdotes. Y
aconteció que mientras iban, fueron limpiados. Entonces uno de ellos, viendo
que había sido sanado, volvió, glorificando a Dios a gran voz, y se postró
rostro en tierra a sus pies, dándole gracias; y éste era samaritano.
Respondiendo Jesús, dijo: ¿No son diez los que fueron limpiados? Y los nueve,
¿dónde están? ¿No hubo quien volviese y diese gloria a Dios sino este
extranjero? Y le dijo: Levántate, vete; tu fe te ha salvado.” Lucas 17:11-19
En el primer caso podemos ver a
un leproso recibiendo su sanidad, en el segundo un grupo de diez leprosos
recibiendo lo mismo. Pareciera que Jesús realizó el mismo milagro en ambos
casos, pero creo que estos pasajes esconden algo más profundo. Los leprosos, al
momento de ser diagnosticados por el sacerdote, eran expulsados de las ciudades
y pueblos. Ellos se mudaban a campamentos en el campo donde permanecían
esperando una muerte dolorosa y lenta en compañía de otros que sufrían la misma
condición. Los pasajes de la Biblia mencionan que los leprosos generalmente
permanecían en grupos (2 Reyes 7, Lucas 17:11-19) para evitar que la enfermedad
se propagara por la tierra. Sin embargo, vemos a un leproso solitario en
Marcos, viniendo a Jesús. Muy diferente el caso en
Lucas, donde diez leprosos gritan a la
distancia para que Jesús los sane. Esta diferencia da a notar más de lo que
parece a primera vista.
El caso en Marcos es el único en
la Biblia en que se menciona un leproso en solitario. Todos los demás pasajes
mencionan grupos o campamentos de leprosos. Los diez leprosos estaban enfermos,
pero contaban con su compañía uno del otro. Cuando pasamos por temporadas difíciles todo es mas llevadero cuando contamos gente que entiende lo que estamos pasando y que está ahí para apoyarnos. En cambio el leproso solitario no
tenía a nadie, y no encuentro otra explicación más que su enfermedad ya había
alcanzado un punto tan grotesco en el que tal vez causaba demasiada repulsión incluso entre
los mismos leprosos. No solo había sido rechazado por la gente sana, su familia, sino
también por la gente que sufría exactamente lo mismo. Muchas veces pasamos por
situaciones difíciles en las que personas a nuestro alrededor nos rechazan o
critican, aun si están pasando por lo mismo. Creemos que por estar pasando lo mismo recibiremos comprensión o misericordia, pero muchas veces sólo recibimos crítica y juicio. Este hombre tenía una herida de
rechazo en el corazón, tan severa como la lepra que lo estaba matando. A veces lo que mata a las personas en vida no es una enfermedad física, sino una herida en el corazón que sólo Jesús puede ver y sanar.
El verso 40 dice que el hombre no se arrodilló, sino que hincó su rodilla.
Arrodillarse está asociado con realizar peticiones o ruegos en diferentes pasajes bíblicos, pero hincar
rodilla únicamente reconoce la condición de poder y autoridad de la persona
ante la cual se está hincando. La actitud de ese hombre no era de petición, sino de humillación. Además ten en cuenta que probablemente tenía todo su
cuerpo terriblemente afectado por la enfermedad, así que ese movimiento debió
haberle costado una gran cantidad de dolor. Y lo que dice el leproso me parte
el corazón cada vez que leo el versículo 40, “Si quieres, puedes limpiarme.” ¡Este hombre ni
siquiera tenía el valor de pedirle directamente a Jesús que lo sanara! Él mismo
no se consideraba digno de ser sanado, y dejó que Jesús definiera si lo era o
no conforme a Su voluntad. Un hombre en su condición realmente debería estar
más que desesperado por ser sanado, pero aun así no tuvo el valor de hacer la
petición. Los diez leprosos de Lucas no tuvieron temor o vergüenza de gritar su
petición de sanidad a Jesús de forma abierta y directa. El hombre de Marcos
solo pudo hincarse delante de Jesús y rogar de una forma quebrantada. Muchas
veces el dolor, la vergüenza, la culpa, o el remordimiento nos dejan como este
hombre, humillados creyendo que no somos dignos de ir con Jesús. El dolor, vergüenza, o culpa nos ciegan e impiden que veamos la verdad de Jesús. Pero como
veremos a continuación, Jesús conoce tu necesidad específica, y desea suplirla
porque te ama.
Creo que la razón por la que el
leproso solitario, a diferencia del grupo de diez leprosos, se acercó a Jesús
fue porque anhelaba el compañerismo, la cercanía de un amigo, de tener alguien
a su lado. Los diez leprosos mantuvieron la regla de distancia con Jesús, pero
este hombre se acercó no con la expectativa de ser sanado, sino de poder estar
cerca de Jesús. No puedo imaginar la cantidad de tiempo que pasó sin tener
contacto físico, o siquiera hablar con otra persona. A veces el rechazo nos
lleva a aislarnos de los demás, a vivir en un estado de soledad y aceptarlo
como algo normal. Lo peor de la oscuridad es que te envuelve hasta que la aceptas como algo normal, un estado permanente en tu vida. Jesús dice que su anhelo es que estemos donde él está (Juan
17:24). En otras palabras, te quiere cerca de él más aún más de lo que tu quieres.
En este punto es donde quiero
hacer énfasis en el cómo Jesús hizo el milagro. En ambos casos los leprosos
resultaron limpios con su palabra, pero hubo una pequeña-muy-grande diferencia.
Y Jesús, teniendo misericordia de él, extendió la mano y le tocó, y le dijo:
Quiero, sé limpio. Y así que él hubo hablado, al instante la lepra se fue de
aquél, y quedó limpio.
Marcos 1:41
Cuando él los vio, les dijo: Id, mostraos a
los sacerdotes. Y aconteció que mientras iban, fueron limpiados.
Lucas 17:14
Jesús solo tocó al leproso
solitario porque sabía que su necesidad más importante no era la física, sino
la de su alma. Ese toque significó la primera muestra de afecto físico en mucho
tiempo para un hombre que había perdido su valor ante la sociedad y ante sí
mismo. Jesús al tocarlo estaba aceptando estar cerca de él, ¡sin importar su enfermedad! Primero sanó su alma, y después su cuerpo. La necesidad que tienes pudiera estar oculta al mundo, pero está totalmente expuesta ante Jesús y déjame
decirte, él quiere llenarla. Para Jesús no hay nadie tan bajo ni tan alto que
él no pueda tocar y llenar con su Espíritu.
Yo era ese leproso solitario que
tenía heridas en su corazón, y que aunque intentaba ocultarlas frente a otros,
para Jesús eran más que visibles. No me consideraba digno de ser sanado, y
mucho menos de ser tocado por él. La lepra, mi pecado, cubría todo mi corazón,
y vivir día a día era algo que me llenaba de dolor y tristeza. A pesar de estar
rodeado de personas me sentía solo y rechazado por todos. Jesús no sólo me
quitó mi pecado, sino que me abrazó y me dio el amor más puro, sincero, y
genuino que yo jamás haya experimentado. Ahora como ese hombre, yo no puedo
parar de compartir cómo Jesús me sanó, en todas las áreas de mi vida, y cómo
quiere hacerlo también con otros. Jesús dice en Juan 6:37 que todo aquel que
viene a él, Jesús no le echa fuera. Si
jamás has aceptado a Jesús en tu corazón como tu Salvador, créeme, es la mejor
decisión que podrás tomar en toda tu vida. Él quiere sanarte, y hacerte ver lo
amad@ y desead@ eres para Él. Toda tu vida es transformada cuando él entra a tu
vida, encontrarás al mejor amigo que te puedas imaginar. Si para ti, como el
leproso, no eres digno de ser sanado, para Jesús valiste la pena haber muerto
en la cruz, aun si hubieras sido el ser único ser humano por el cual Él fuera a
morir. Si ya lo has aceptado en tu corazón, pero reconoces que tu condición es
la misma que la del leproso solitario, entiendo lo que estás pasando. Su
Palabra dice que su brazo no se ha acortado para salvar, y Él desea tenerte de
vuelta en sus brazos. No hay nada que puedas hacer para que Jesús te siga
esperando todos los días con los brazos abiertos. Este es el tiempo para
activarnos en su amor y trascender a todo lo que se está viviendo en estos
meses. Te bendigo, y oro para que experimentes cómo un toque de Jesús lo cambia
todo.
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