Llamados a Amar


¡Hola amig@! Un privilegio que nos estés visitando este en este día, en que los lunes ya se sienten como sábados, y los sábados como lunes. ¡Si hemos llegado hasta acá, es por Su gracia que Él ha prolongado para con nosotros! Aun cuando no te des cuenta, el sólo hecho de que tengas vida para poder estar leyendo es evidencia suficiente que Dios te ama. Lamentaciones 3:23 dice de sus misericordias, “Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad.” Esta frase no fue escrita en las mejores circunstancias, sino en medio de la desolación y del dolor. El profeta Jeremías no sólo supo ver más allá de sus circunstancias tan adversas, sino que también levantó adoración y acción de gracias en medio de ellas. Mis líderes de jóvenes dijeron algo tan cierto este fin de semana: hasta que comencemos a valorar y atesorar los pequeños milagros y detalles que Dios tiene con nosotros, entonces podremos ver cosas mayores. Antes de seguir leyendo piensa al menos en tres cosas buenas que Dios hizo por ti esta semana, y dale las gracias por ellas.


El blog de esta semana quiero compartirte algo que Dios puso en mi corazón, que toda la semana estuvo resonando fuerte en mi corazón y en mi espíritu, y que Dios confirmó durante el fin de semana. Estamos atravesando una crisis mundial que comienza a afectar no sólo la salud de las personas, sino que también la economía empeora, la política comienza a sufrir cambios sin precedentes, la sociedad decae a un ritmo más acelerado, y, aunque intentemos negarlo, parte de la iglesia se enfría porque la iglesia como edificio, y no Jesús, era su ancla. En estos días malos es tan fácil dejar de ver que no solo el mundo necesita a Jesús, sino que nuestros propios hermanos en Cristo necesitan de nosotros. El problema es que ante tanto sufrimiento y prueba personales perdemos el enfoque de lo que estamos llamados a hacer.

La vida de Jesús es el ejemplo perfecto de amor hacia otros en tiempos en los que es tan fácil que el sufrimiento y el dolor nos cieguen. Juan 13:1 dice antes de iniciar la narrativa de la Santa Cena:

“Antes de la fiesta de la pascua, sabiendo Jesús que su hora había llegado para que pasase de este mundo al Padre, como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin.”

La Última Cena fue una expresión de amor para sus discípulos en medio de la aflicción y la tristeza por lo que se avecinaba. Jesús vivía sus últimas horas antes de entrar al sufrimiento, y aun así el amor seguía siendo el que dictaba sus acciones y sus palabras. Él no permitió que sus circunstancias deformaran el amor que él daba a sus discípulos, sino dejó que el amor del Padre lo llevara a preocuparse por los demás y servirles. Cuando cualquier otro hombre buscaría ser servido, Jesús sirvió a otros. En vez de buscar ser consolado, él consoló a sus discípulos. Incluso Judas recibió el mismo trato amoroso y humilde de un hombre que estaba decidido a perderlo todo con tal de ganarnos a todos. ¡La Última Cena no fue para beneficio de Jesús, fue para bendecir a sus discípulos y hacerlos sentirse amados! El amor que damos no está en función de nuestras circunstancias, sino en el nivel de relación que tenemos con Jesús mediante el Espíritu Santo. Jesús mantuvo su amor hasta el fin porque su vista no estaba puesta en el dolor que estaba a punto de enfrentar, sino en el gozo de ver una persona restaurada.
Efesios 5:1 dice:
“Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados.”

Jesús pasaba tanto tiempo con el Padre que no concebía actuar de otra manera sino con amor. Él veía lo que su Padre hacía y lo reproducía en la tierra. Nuestra capacidad de amar a otros está basada en nuestra propia perspectiva del amor del Padre por nosotros mediante la revelación del Espíritu Santo. Jesús dice en Juan 16:27:

“pues el Padre mismo os ama, porque vosotros me habéis amado,
y habéis creído que yo salí de Dios.”

Jesús hizo sentir a sus discípulos amados por él porque él mismo ya había recibido amor de su Padre. La hermosura del amor de Jesús es que nos habilita para poder bendecir y amar a otros. Donde antes había un corazón estéril y seco Dios levanta ríos de agua viva para que otros beban. El problema es cuando restringimos la entrada a ellos. Más adelante hablaré de esto, pero muchas veces olvidamos que lo que de gracia recibimos, de gracia debemos compartir.

Uno de mis pasajes favoritos que deja entrever el amor pleno de Dios Padre obrando a través de Jesús se encuentra en Lucas 22:47-51. Al acudir la turba a arrestar a Jesús, Pedro intenta defenderlo y en un arrebato corta la oreja al siervo del sumo sacerdote. Ahora, si lo pensamos fríamente, una oreja no es vital para sobrevivir. Digo, tal veas te veas chistoso la siguiente vez que salgas con tus amigos, pero no morirás por ello. Pero para este chico, perder esa oreja era perderlo TODO. Levítico 21:18 dice:

“Porque ningún varón en el cual haya defecto se acercará; varón ciego, o cojo, o mutilado, o sobrado,”

En pocas palabras, este joven quedaba excluido del Templo, lejos de la presencia de Dios. De ahora en adelante no tenía derecho a entrar más a servir dentro de la presencia de Dios, ni en la congregación de su pueblo. Este hombre no era inocente, no iba haciendo el bien y a causa de ello sufrió esta pérdida. De la misma manera, el pecado nos hace perder la inocencia delante de Dios, y hace que estemos apartados para siempre de su Presencia. Este joven iba camino a apresar a Jesús para llevarlo a juicio y, ¿qué decide hacer Jesús? ¡Lo sana! Restaura su oreja y le devuelve su oportunidad perdida de entrar al Templo donde estaba la presencia de Dios. Lo que este hombre había perdido le fue restaurado por Jesús en un acto tan lleno de amor que hasta el mismo hombre debió de haberse quedado sorprendido.

De acuerdo a 2 Corintios 5:18-19, a nosotros nos fue dado el hermoso ministerio de la reconciliación. Nosotros tenemos la oportunidad de llevar a otros al que reconcilia todas las cosas con el Padre, Jesús. Creo que Jesús siempre soñó con esto, tener hermanos y hermanas como tú y yo con los cuales compartir esta bendición. El problema es cuando tomamos la actitud de Pedro. Pedro no pudo ver más allá de su dolor, de su preocupación, y de su angustia. Pedro olvidó por completo todo lo que Jesús le había dicho horas antes e hirió a otra persona con tal de proteger lo que él consideraba suyo. Ten cuidado de las palabras que dirijas a otros en este tiempo, ¿edifican o destruyen?

Las pruebas y desafíos que enfrentamos no son para que dejemos de ayudar al prójimo, sino para que podamos como dijo el apóstol Pablo, ver su poder manifestado en nuestra debilidad. Muchas veces pensamos que no tenemos nada que ofrecer, nada con qué bendecir a otra persona. Pero la Biblia dice en 2 Corintios 8:12:

“Porque si primero hay la voluntad dispuesta, será acepta según lo que uno tiene, no según lo que no tiene.”

Jesús jamás va a pedir de ti más de lo que hayas recibido de él. No necesitas dinero en la cartera forzosamente para bendecir a otra persona. Dios ha puesto en ti al Espíritu Santo, y te ha llenado de dones para bendecir a tus hermanos en la fe y a aquellos que no le conocen. ¿Te sientes débil, cansado, o con manos vacías? Tranquilo, puedes descansar sabiendo que lo que sea que des, no viene de ti, sino de Jesús habitando en tu corazón. Pedro más adelante entendió esta verdad, y Hechos 3:3 narra lo siguiente:

Mas Pedro dijo: No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda.

Necesitamos un cambio de mentalidad que nos lleve en este tiempo a entender el poder que Jesús ha depositado en nuestras vidas. Pedro había entendido que en él mismo no había nada bueno, y mucho menos la capacidad de hacer algo por ese hombre. ¡Pedro entendió a la persona a la cual representaba!  En ti y en mí no hay nada bueno, todo recibimos de gracia, y el tiempo ha llegado en que comencemos a dar de gracia a un ritmo imparable.

Repite esto conmigo: ¡El dinero no es limitante en mi vida para ayudar a los demás! Jesús ha depositado en ti exactamente lo que necesitas para bendecir a los demás. Tienes el poder del evangelio, y al Espíritu Santo dentro de ti. Esta generación debe entender por revelación su lugar en esta situación, ¡este es nuestro tiempo!  ¡Marca tú la diferencia para Cristo! Isaías 41:6 dice:

Cada cual ayudó a su vecino, y a su hermano dijo: Esfuérzate.

Si ves que tu hermano en la fe está batallando durante este tiempo, deja que el amor de Jesús fluya a través de ti hacia él. No esperes a que tu pastor o tu líder de jóvenes estén al pendiente de otros jóvenes de tu iglesia. Me duele ver cómo cristianos comienzan a caer o entibiarse ante la situación que están enfrentando, ¡y no planeo quedarme con los brazos cruzados! Si tu hermano comienza a flaquear, comienza a mandarle versículos, intercede por él, ¡fuiste llamado a ello!

Siento en mi espíritu que así como este es el tiempo en el que muchos se enfriarán, también es el tiempo en que una nueva generación va a acelerarse en sus procesos de madurez y crecimiento como consecuencia de dos factores: el primero, una comunión íntima y constante con el Espíritu Santo. No esperes poder dar de lo que no te ha sido dado. Este tiempo es una oportunidad perfecta para profundizar en su presencia e ir más allá de lo que nos habíamos atrevido a entrar. Si antes ayunabas un día a la semana, comienza a ayunar tres. Dobla tus tiempos de intimidad, permanece más tiempo en lo secreto. El segundo factor, permitir que el Espíritu Santo comience a utilizarnos para impactar el lugar donde vivimos. Sea tu familia, un amigo de tu grupo de jóvenes, el grupo de WhatsApp de tu escuela, ALGO TIENES QUE HACER. Esta semana busca algo práctico que puedas hacer por un hermano o alguien en necesidad. Si puedes bendecir a alguien de forma económica hazlo, pero si no cuentas con ese recurso, tienes la fuente de vida en tu corazón dispuesto a usarte como canal de amor y bendición a otros. No dejes pasar esta oportunidad, porque en la medida en la que tú comiences a dar a otros, el Espíritu Santo comenzará a darte más en la intimidad. Oro a Dios que tu vida sea ese manantial del que otros puedan beber agua del Espíritu Santo, y como dice Isaías 58:10-11:

“y si dieres tu pan al hambriento, y saciares al alma afligida, en las tinieblas nacerá tu luz, y tu oscuridad será como el mediodía. Jehová te pastoreará siempre, y en las sequías saciará tu alma, y dará vigor a tus huesos; y serás como huerto de riego, y como manantial de aguas, cuyas aguas nunca faltan.”

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