Sanando el pasado

¡Feliz lunes amig@! Es un placer estar de vuelta este lunes 27 de noviembre. Una disculpa por no subir artículo el viernes pasado. La semana pasada fue de las más pesadas que había tenido en mucho tiempo pero Dios fue fiel y aquí estamos de nuevo escribiendo. La última parte de Hebreos 11:6 fue una realidad completa en mi vida durante la semana pasada: “…y que es galardonador de los que le buscan.” Definitivamente vale la pena hacer cualquier cosa a un lado con tal de pasar con Él un tiempo de intimidad porque si lo tienes a Él, lo tienes TODO. Mejor aún, llegas con mucha presión encima, cargado, y cansado. Sales de su presencia con la misma cantidad de cosas que hacer, pero con fuerzas renovadas y paz en tu corazón sabiendo que no estás solo en todo lo que esta sucediendo.



Hoy quiero hablar de algo que a mí me detuvo por mucho tiempo de poder continuar viviendo cómo Dios me ha llamado a hacerlo: la falta de perdón. Es imposible seguir creciendo en Dios si tenemos algo tan pesado encadenándonos al pasado. Filipenses 3: 13-14 dice, “Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.” El no perdonar es quedarnos aferrados al pasado, e impedirle al Espíritu Santo poder sanar y trabajar con nuestro corazón. Dios dice en Salmo 147:3, “El sana a los quebrantados de corazón, Y venda sus heridas.” El problema es que a veces parece que nos gusta vivir cargando con nuestras heridas en el corazón en lugar de dárselas a Jesús. Al negarnos a ser sanados por el amor de Jesús no hacemos otra cosa que retrasar los procesos en los que Dios nos forma y entrena. 

José es el ejemplo perfecto de como Dios trabaja con alguien para llevarlo a un lugar de autoridad. José fue vendido como esclavo por sus propios hermanos a una banda de mercaderes que iban hacia Egipto. Al llegar a Egipto es vendido al jefe de la escolta de Faraón, Potifar. Dios lo bendice y es prosperado en todo lo que hace…hasta que la esposa de su jefe intenta seducirlo. José, haciendo lo correcto delante de Dios, huye, pero es acusado falsamente por intento de violación, y es arrojado en prisión. Yo creo que José a estas alturas tal vez estaba batallando con el rencor, la amargura, y el resentimiento hacia sus hermanos, su jefe, e incluso con Dios. Dios no podía usar a alguien cargando con tal peso en cima para salvar a Israel y a su linaje del que vendría el Mesías. Dios tuvo que tratar primero con el corazón y las heridas de José antes de llevarlo más alto de lo que José se hubiera podido imaginar. En la Biblia no se registra que José haya tomado venganza contra Potifar o su esposa por ser encarcelado injustamente. De la misma manera, la Biblia narra que cuando vuelve a ver a sus hermanos, en lugar de matarlos o torturarlos, decide probarlos para ver si su corazón había cambiado. Incluso Génesis 42:24 dice, “Y se apartó José de ellos, y lloró; después volvió a ellos, y les habló, y tomó de entre ellos a Simeón, y lo aprisionó a vista de ellos.” ¡El solo hecho de ver a sus hermanos sufriendo le dolía en su corazón! Ese es un líder que Dios puede usar y promocionar, no alguien que es insensible o que se deja llevar por su rencor y amargura. José dejó que Dios metiera manos en su corazón para sanar sus heridas, decidió perdonar, y mantuvo su corazón limpio para al final poder cumplir su propósito. No por nada Proverbios 4:23 dice, “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; Porque de él mana la vida.”

El perdón que Cristo ofrece a todos es total y completo a manera que cada uno de nosotros pueda acercarse y reconciliarse con Dios. 1 Juan1:9 dice, “Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos los pecados y para limpiarnos de toda maldad.”  Sin embargo, no sé por qué muchas veces nosotros les negamos el perdón a las personas que nos ofenden y las seguimos señalando con el dedo, condenándolas. Al hacer esto le decimos a Dios, “Jesús, el sacrificio que hiciste en la cruz no es suficiente para cubrir la ofensa que esta persona me hizo. Él no merece el perdón de mi parte.” ¡Que osadía! Muchas veces tomamos la posición de jueces ante las personas, cuando el único que tenía el derecho de juzgarlas decidió morir en su lugar y darles perdón eterno. Tú y yo no somos NADIE para negarle el perdón a alguien, sin importar lo que esa persona haya hecho por la simple razón de que estamos parados en la misma situación. Tú, yo, y cada una de las personas en esta tierra tenemos exactamente la misma necesidad de un Dios que nos extienda su perdón. No somos dignos del perdón que se nos extiende cada mañana, y aun así Cristo nos lo da cada vez que le fallamos. Efesios 4:32 dice, “Más bien, sean bondadosos y compasivos unos con otros, y perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo.” Dios espera que nosotros como hijos suyos podamos ser una extensión de Su perdón para con todos los que nos rodean.2 Corintios 2:10-11 dice, "Y al que vosotros perdonáis, yo también; porque también yo lo que he perdonado, si algo he perdonado, por vosotros lo he hecho en presencia de Cristo, para que Satanás no gane ventaja alguna sobre nosotros; pues no ignoramos sus maquinaciones." Él quiere que tú y yo seamos un ejemplo de compasión, perdón, y amor para con todos los que nos rodean, sin importar lo que nos puedan hacer para herirnos. Mateo 23:34 es uno de los versículos más poderosos sobre el perdón y el amor, “Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.” Ser hijo de Dios es poder extender de gracia el perdón que de gracia nos fue dado a cada uno de nosotros. ¿Eres discípulo de Jesús? Entonces es hora de que el mundo te comience a distinguir no como alguien amargado, resentido, o lleno de rencor y odio. Juan 13:35 dice, “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.”


Para terminar, quiero decirte algo que hará más fácil perdonar: te conviene. Vivir cargando con las heridas del pasado es algo que a la larga te derribará y te impedirá llegar al propósito que Dios ha escrito para tu vida. Él dice en Mateo 11:28, “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.” Ya no tienes por qué cargar tú con todo ese resentimiento, rencor, o amargura dentro de ti. Alguien llamado Jesús ya pagó por todo eso a fin de que puedas ser libre. Juan 10:10b dice, “…yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.” Dios quiere que dejes de voltear al pasado y comiences a proyectarte hacia el futuro que Él ha trazado para tu vida. Te animo a que tomes unos momentos para ser brutalmente honest@ contigo mism@ y reflexiones si tienes a alguien a quien perdonar. Pídele perdón a Dios por haber guardado falta de perdón, amargura, y rencor en tu corazón. Comprométete con Dios a tener un corazón limpio para y solo para Él. El perdón es una de las armas más poderosas que Dios nos ha dado. ¡Es tiempo de comenzarla a usar!

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