Fidelidad todo terreno
¿Qué tal amig@? Espero que tu
semana haya estado de lo más bendecida y feliz posible. Creo que conforme va
pasando más tiempo que salí de El Lagar me doy cuenta de como Dios es fiel para
conmigo, sin importar cuantas veces la he regado. Puedo ver cada día cómo Él
siempre está ahí cuando lo necesito, siempre con sus brazos abiertos y mucho
amor. Hebreos 13: 8 dice, “Jesucristo es
el mismo ayer, y hoy, y por los siglos.” Una de las primeras cosas que Dios
me dijo regresando de Teziutlán fue que Él estaría conmigo de la misma manera
que lo estuvo en El Lagar, y a un mes de haber vuelto a casa puedo decir que ha
cumplido Su promesa. Para mí es imposible no enamorarme de Él cada día más.
Antes de entrar de lleno al artículo de hoy reflexiona: ¿de qué maneras Dios ha
mostrado su fidelidad en tu vida?
Hoy quiero hablar de una de las
características más asombrosas de Dios que mencioné en el párrafo anterior: Su
fidelidad. El primer aspecto de su fidelidad espero poderlo tratar con un poco
de mi testimonio. Los que me conocen saben que he ido a la iglesia toda mi
vida, mis padres me enseñaron de Dios desde pequeño, estudié en un sistema
educativo cristiano, participaba de actividades, campamentos, y congresos
cristianos, etc. Sin embargo, pasé gran parte de mi adolescencia alejado de
Dios, hundido en mis pecados. Intentaba vivir una vida lejos y apartado de
Dios, sabiendo que esto era totalmente imposible de hacer. Aún sabiendo quién
era Dios me alejé grandemente de Él, corriendo con todas mis fuerzas en la
dirección contraria. ¿Pero saben qué? Dios no me quitó Su amorosa vista de
encima. 2 Timoteo 2:13 dice, “Si fuéremos
infieles, él permanece fiel; Él no puede negarse a sí mismo.” Tú y yo podemos
intentar huir de su presencia y de Su amor, pero al final Él siempre nos va a
atrapar. Incluso si en este momento decidiéramos abandonarlo por seguir al
mundo, Él seguiría esperando a que volvamos al hogar con el mismo amor que
antes. Por mucho tiempo Él estuvo ansiosamente parado en la puerta de Su hogar,
esperando a que yo regresara, hasta que un día volví todo golpeado y maltratado
por el mundo; Él me recibió con Sus brazos abiertos y llenos de amor, sin
reclamarme nada, gozándose de que hubiera vuelto a Él. 1 Juan 1:9 dice, “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y
justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.” Esa
fidelidad es la que me hace saber que cuando cometo algún error, Dios no me
hace a un lado o me rechaza, sino que me atrae más cerca de Sí para poderme
limpiar. Es por su fidelidad que yo puedo estar escribiéndote en este blog de
lo que yo he aprendido de quién es Él y uno de los mayores atributos de Dios
que yo he visto en mi vida es su fidelidad. Cuando te cae el veinte en tu
espíritu de que tan grande son la fidelidad y el amor del Padre, repito, es
imposible no rendirse y entregarlo todo para corresponderle de la misma manera.
Hay un pasaje que es muy especial
para mí, se encuentra en Deuteronomio 7:9 que dice, “Conoce, pues, que Jehová tu Dios es Dios, Dios fiel, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman
y guardan sus mandamientos, hasta mil generaciones.” Si has leído los
libros de 1 y 2 de Reyes, junto con 1 y 2 de Crónicas, te podrás dar cuenta que
la frase “por amor a David mi siervo” se repite constantemente. La Biblia
establece que David tenía un amor inmenso por Dios, y que tenía un corazón
conforme al del Padre. Él fue el mejor adorador, después de Jesús, de la Biblia
entera, componiendo adoraciones hermosas que ministraban al corazón del Padre. Años
después, sus sucesores no siguieron sus pasos y se dedicaron a adorar pedazos
de metal y barro llamados ídolos. La Palabra de Dios registra cómo los reyes de
Israel y Judá provocaban a Dios a ira, y lo herían con la maldad que había en
la tierra. Dios estaba profundamente desilusionado con estos reyes, y
probablemente los hubiera destruido completamente junto con todo el pueblo. Sin
embargo, yo creo que cada vez que Dios por fin decía, “Ya es suficiente, es
tiempo de cortar con este linaje de reyes,” Él se acordaba del olor fragante
que producía la adoración de David, su amor y su corazón por Él. Por un momento
Dios cerraba sus ojos y sentía como la adoración de David, que quedó grabada en
la eternidad, tocaba su corazón y le daba placer. Entonces sonreía y decía, “Por amor a mi siervo David siempre habrá
alguien de la descendencia de David que se siente en el trono de la casa de
Israel.” Y esa promesa se mantiene vigente hasta nuestros días, ya que de
su descendencia vino el Rey de Israel, el Alfa y el Omega, el que nos redimió:
Jesús de Nazaret. Así de grande es la fidelidad de Dios para con aquellos “que le aman, y guardan sus mandamientos…”
Puede ser que la fidelidad de Dios en tu vida sea producto del amor que le
tienen tus padres, o a que alguno de tus antepasados tomó la decisión de
responder al llamado de amor de Dios. Ahora yo te pregunto a ti, ¿cómo estás
afectando a tus generaciones?
Antes de terminar por hoy
quisiera tocar otro aspecto de la gran fidelidad de Dios para con nosotros.
Josué 1:5 encierra una de las mejores promesas de la Biblia. El verso 5 dice, “Nadie te podrá hacer frente todos los días
de tu vida; como estuve con Moisés, estaré contigo; no te dejaré ni te
desampararé.” ¡Wow! ¡Dios promete estar contigo de la misma manera que Él
estuvo con Moisés! No importa en qué punto puedas estar en tu vida el día de
hoy, tu Padre estará contigo respaldándote y fortaleciéndote frente a cualquier
enemigo que pueda venir en tu contra. Podrán dejarte tu familia (como lo dice
el Salmo 10:27), tus amigos, tu esposo o esposa, TODOS…excepto Dios que es fiel
con sus promesas. Salmo 68:5 dice, “Padre
de huérfanos y defensor de viudas Es Dios en su santa morada.” Oseas 14:3b
dice, “…porque en ti el huérfano
alcanzará misericordia.” Dios en Su fidelidad se preocupa por cada ser
humano, buenos y malos. La Biblia dice Dios hace salir el sol sobre toda la
tierra, hace que llueva sobre malos y buenos, prepara el aire para que todos
puedan respirar. Así de grande es su fidelidad y su cuidado para cada ser
humano en esta tierra. ¡Cuánto más para ti que eres su preciad@ hij@ que Él
compró con Su propia sangre! Para cerrar te haré una pregunta que Dios me hizo
hace algunos meses: ¿(tu nombre),
soy digno de tu confianza?
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