Escuchando a Papá

¡Feliz miércoles amig@! Espero con todo mi corazón que te encuentres bendecid@ en la mitad de la semana. Antes de comenzar quiero compartirte Colosenses 2:6-7a que dice, “Por tanto, de la manera que habéis recibido al Señor Jesucristo, andad en él; arraigados y sobreedificados en él, y confirmados en la fe…” Dios no quiere que nuestro amor y pasión por Él sean momentáneos o pasajeros, sino que cada día anhelemos sus brazos como un niño pequeño se desespera por estar en los brazos de papá. Él esta ahí con sus brazos abiertos cada mañana, esperando a que tu corras a abrazarlo. Tú naciste para ser amado por Él y estar sentado en su regazo cada día de tu vida. Tu destino es ser su hij@ amad@, en quién Él se deleita. ¡Ama permanecer en Su amor e intimidad!



El día de hoy Dios puso en mi corazón hablar sobre poder escuchar Su voz clara y audible en tu vida. Hoy en día hemos sobre-espiritualizado el escuchar la voz de Dios, creyendo que Dios sólo le habla clara y audiblemente a los “súper ungidos.” No necesitas ser el gran evangelista, la gran pastora, el gran líder de alabanza para poder escuchar a Dios hablarte claramente todos los días. El Espíritu Santo es el mismo para todos aquellos que lo anhelan desesperadamente y buscan Su presencia.  Pablo dice en Romanos 2:11, “porque no hay acepción de personas para con Dios.” Si pones atención leyendo la Biblia, Dios hablaba audiblemente a hombres comunes y corrientes, pero que estaban dispuestos a seguir su voz. Gedeón, un campesino cobarde; Samuel, el chalán del sumo sacerdote; Amós, un pastor y recolector de higos; Nehemías, un simple copero (que no era otra posición que esclavo); Moisés, un pastor de ovejas y homicida prófugo, entre otros. Todos estos hombres no eran extraordinarios ni tenían dones o habilidades espectaculares y aún así Dios les habló audiblemente… ¡y eso que todavía no comenzaba el Nuevo Pacto! Mateo 27:51 dice, “Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos.” Este velo separaba el área santa del área santísima, donde estaba la misma presencia de Dios. Nadie más que el sumo sacerdote, una sola vez al año, podía pasar a esa área a escuchar la voz de Dios. Sin embargo, con su muerte Jesús ya quitó TODO impedimento para que puedas entrar tan profundo a la presencia de Dios que puedas perderte ahí y puedas escuchar claramente Su voz hablando a tu vida. Él derribó todo obstáculo que había entre tú y la intimidad del Padre. La Palabra de Dios dice en Proverbios 3:32b, “Mas su comunión íntima es con los justos.” Tú como hijo tienes la oportunidad de ir confiadamente, sentarte en las rodillas de Papá, recostarte sobre su pecho, y escuchar Su dulce voz.  De eso trata la perfecta paternidad de Dios sobre la vida de sus hijos: Él no es un padre lejano o distante, sino uno que, aparte de siempre estar contigo, te afirma con palabras de aceptación, aprobación, y aliento. ¡Dios quiere hablarte audiblemente hoy! Él no se ve limitado por si vas a un campamento, congreso, o incluso si asistes a una escuela bíblica como El Lagar. Daniel 10: 12 revela, “Entonces me dijo: Daniel, no temas; porque desde el primer día que dispusiste tu corazón a entender y a humillarte en la presencia de tu Dios, fueron oídas tus palabras; y a causa de tus palabras yo he venido.” Para hablarte Dios solo pide que dispongas tu corazón para buscar Su rostro y presencia. Él solo necesita un corazón hambriento por Su voz para que Él comience a hablar vida, fortaleza, esperanza, gozo, paz, y aprobación a ese corazón derramado delante de Él. Jeremías 29:13 dice, “y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón.” La pregunta no es si puedes o no escuchar la voz de Dios sino, ¿qué tan extrema es tu hambre y desesperación por Su presencia y Su voz?


Vivimos tiempos en los que estar aferrados como niños pequeños a la presencia y a la voz de Papá es lo único que nos va a hacer seguir adelante. En el mundo vas a encontrar infinita cantidad de voces diciéndote lo que debes o no hacer, lo que eres y qué no eres, lo que puedes y lo que no puedes hacer, pero solo una voz te tiene que importar: la voz de tu Padre en los cielos. Jeremías 33:3 dice, “Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces.” Ahora tal vez te preguntes, “¿Cómo puedo escuchar la voz de Dios?” Una vez una persona muy sabia me dijo que la voz de Dios es como las ondas de radio. Ellas siempre te rodean y están ahí, independientemente que las puedas ver o sentir. El problema es que cuando quieres escucharlas, no puedes simplemente pararte e intentar escuchar el mensaje que transmiten. Primero necesitas encender tu radio, y luego sintonizar la frecuencia en la que están transmitiendo. Es exactamente lo mismo con la voz de Dios: Él siempre está hablando a tu vida, a través de cosas, personas, prédicas, e incluso cosas cotidianas, lo sientas o no. Para poder escuchar la voz de Dios necesitas tu radio: la intimidad con el Padre. No puedes esperar escuchar Su voz sin intimidad. Jesús con su muerte ya despejó toda la “estática” (pecado) que podía impedir que tú escucharas la voz del Amado. Una vez que estás ahí, perdid@ en Su presencia, es cosa que te sintonices a la frecuencia correcta para poder comenzar a escuchar el mensaje de amor, aprobación, y aceptación que el Padre te quiere. 1 Corintios 2:9 dice, “Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, Ni han subido en corazón de hombre, Son las que Dios ha preparado para los que le aman.” Esa es la clase de cosas que Dios te quiere decir audiblemente en Su intimidad. Hay cosas ocultas que Dios escondió del resto del mundo para revelártelas a ti, y que tú a su vez las compartas con los que te rodean. Ezequiel 47 describe la presencia y la intimidad de Dios como aguas que entre más profundo vas, el nivel de esta va subiendo hasta cubrirte por completo. Ese es el nivel de intimidad que tienes que desear; sólo ahí podrás escuchar lo que Dios tiene para ti. Hoy cuando ores pídele a Dios que te hable y dile las mismas palabras que Samuel en su juventud: “Habla, porque tu siervo oye.”

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